...Si yo fuera fea de cara, horrible, de vejez rugosa, de toscos modales, contrahecha, selvática, de voz ronca, decrépita, menospreciada, reumática y fría, cegata, estéril, flaca y sin jugo, entonces pudieras vacilar, pues no sería digna de ti; más no teniendo defecto alguno, ¿por qué me aborreces?
¿Eres insensible, eres de roca, duro como el acero? No, más que la roca, pues la piedra se ablanda por la lluvia. ¿Eres hijo de una mujer y no sientes lo que es la pasión, lo que atormenta no ser amada? De haber poseído tu madre un corazón tan duro, no te habría dado a luz, sino que hubiera muerto sin conocer ternura... ¿Qué soy para despreciarme de tal manera? O ¿qué gran peligro envuelve mi súplica? ¿Qué mal hará a tus labios un pobre y simple beso? Habla, hermoso; pero habla hermosas palabras o permanece mudo. Dame un beso. Te lo devolveré con otro más de interés; si quieres, será doble...
¡Quita allá, sombra inanimada, mármol frío e insensible, ídolo bien pintado, imagen sin ida ni transparencia, estatua que sólo llena los ojos, símil de hombre, pero no engendrado por mujer! Tú no eres hombre, aunque tengas de hombre el semblante, pues los hombres son dados a besar por propio instinto.
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