miércoles, 19 de junio de 2013
21 años atrás
Cada dos minutos se me venían a la cabeza imágenes de mamá, de papá y de mi hermana muerta. Eran como las luces de un arbolito de navidad, encendiéndose en orden y desapareciendo simultáneamente. Tenía miedo de que hubieran hecho la denuncia y que la terminal estuviese llena de policías uniformados repartiendo fotos mías o preguntando por mi paradero. Terror de no poder salir nunca de Gualeguaychú y terminar en la cárcel, rodeada de mujeres gigantes y de colchones con olor apis, con el mismo olor inaguantable del baño de la terminal. Por suerte tenía el frasco de Anais- Anais que alcancé a rescatar cuando me escapaba. No quería que se me notaran los nervios, pero se me desintegraba el mundo alrededor. Cuando logré enfocar y mirarme al espejo, casi me da un infarto de la humillación, toda la tarde llorando. Me veía deforme, como si recién acabara de salir del quirógrafo. Me apliqué la nueva base de Tsu, pero no pude hacer magia... Es verdad que daba más de dieciocho con ese tono de base, pero igual me sentía otra. Más fuerte y más segura que nunca, pensaba que nadie me iba a detener, ni siquiera mi mamá. Y la realidad es que no quería ni un solo recuerdo de mi vida anterior.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario